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en el bicentenario de la Primera Invasión Inglesa y la heroica Reconquista.

 

 

Santiago de Liniers

y las Invasiones Inglesas

 

Jacques-Antoine-Marie de Liniers, tal su nombre de bautismo, nació en Niort (Poitou) el 25 de julio de 1753.

 

Fue su padre Jacques-Joseph-Louis de Liniers, caballero, señor de Grand-Breuil, La Valleé y Cran-Chaban de la Poussardiere, subrigadier de Guardias Marinas. Su madre, Henriette-Thérèse de Brémond de Céré. Ambos pertenecían a la antigua nobleza provinciana francesa, de fuerte tradición militar y católica, ajena a las cortes ilustradas de París y los agrandamientos nobiliarios del XVIII. Es más, muchos de sus parientes morirían en las Guerras de La Vendée defendiendo al rey legítimo y la religión católica frente a la furia revolucionaria.

La de Liniers era una familia de origen caballeresco del Poitou, de las inmediaciones de Thouars, que puede trazar su filiación hasta el siglo XIII. Sin embargo, ya se hayan mencionados en el siglo XI. Los primogénitos de la Casa en diversas ramas fueron condes y una de ellas fue creada marqués de Liniers. En sus distintas ramas los Liniers fueron señores de Liniers, Airvault, Amailloux, Azay-sur-Indre, la Bourbelerie, Cheffois, La Fosse, la Guyonnière, Courlay, la Meilleraye, la Rousselière, Raslette, Saint-Pompain, Souliers, la Vanneau, entre los feudos que conservaron por más tiempo, y se extendieron por el Poitou, la Touraine y el Berry. Fuente: “L’Annuaire de la noblesse” (1857, p. 180) en “Blasons et Historie: Armorials de les Villes de France”.

Entre los Liniers hubo consejeros reales, chambelanos, coperos reales y caballeros de San Juan de Jerusalén (Malta).

El pequeño Jacques estudio en la sede del Oratorio en Niort. A los doce años, entró a la Escuela de la Soberana Militar Orden de San Juan de Jerusalén, los famosos caballeros de Malta.

 

Permaneció en la Isla de Malta durante tres años, combatiendo berberiscos. Convertido en caballero de Malta, aunque laico, regresó a Francia para servir en la caballería, como subteniente en el Regimiento “Royal Pièmont” con sede en Carcassonne. Seis años permaneció en esta unidad. Aprovechando el Pacto de Familia, firmado entre los Borbones de Francia y España, Jacques se enroló en una expedición contra los berberiscos que preparaba el rey español en Cádiz. Miembro de la Real Armada Española, fue destinado al Puerto de Cartagena, integrándose en la flota de Don Pedro González Castejón.

 

Como edecán de su compatriota el príncipe Camilo de Rohan, en la tripulación del “San José”, luchó en la famosa expedición de Argel, una verdadera cruzada. Vuelta la expedición, ingresó a la Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas y, años después, como alférez de fragata, participó en los patrullajes navales del Mediterráneo.

 

El 3 de noviembre de 1776 Liniers es integrado a la escuadra que, con destino al Río de la Plata, comandaba Don Pedro de Cevallos. Combatió a los portugueses en Santa Catalina, Maldonado, Montevideo, Colonia del Sacramento y la Isla de San Gabriel. Su descollante actuación significó su ascenso a alférez de navío.

 

Cuando partió de regreso a la España peninsular, no imaginaba que el destino volvería a unirlo con ese inmenso río tan lejos de su casa. Pero vuelve a estallar una guerra entre el Imperio Británico y la alianza franco española. Embarcado en el buque “Concepción”, participó frente al Cabo de Santa María de la toma de un convoy británico de 55 naves.

 

En agosto de 1781 participó de la reconquista de la Isla de Menorca, dirigiendo el desembarco que posibilitó la toma de la Fortaleza de Mahón. Elevado al rango de teniente de fragata, participó del bloqueo de Gibraltar.

 

Ascendido esta vez a teniente de navío, y tras una breve misión en las costas berberiscas, intervino en la batalla de Gibraltar. Donde, a pesar del fracaso de la Alianza, fue reconocido por su heroico desempeño por el almirante Luis de Córdoba.

 

Ya como capitán de fragata, en febrero de 1783, en Málaga, contrajo matrimonio con doña Juana Úrsula de Membielle. Los siguientes años los pasó en la expedición astronómica, geográfica y cartográfica que recorrió las costas españolas y la costa noroeste de África.

 

En 1788, por razones un tanto discutidas, acepta la posibilidad de continuar su carrera en América y es así que en diciembre de 1788 recala en Montevideo con su familia. Allí se le daría el segundo comando de la Flotilla del Río de la Plata.

 

En 1790 fallece su esposa y su pequeña hija, quedándole sólo su primogénito Luis. Pero instalado en Buenos Aires, conoce a la joven y bella María Martina de Sarratea y Altolaguirre, con quien casa en julio de 1791 y tendrá una numerosa descendencia.

 

Ascendido a capitán de navío, Liniers decide retirarse del servicio activo y emprende con su hermano Louis-Henri, heredero del título familiar de conde de Liniers, una sociedad comercial marítima.

 

Pero los negocios fracasan y Santiago retoma su carrera militar, tomando a su cargo el Apostadero de Montevideo. Bajo su mando, una pequeña y heroica flotilla de lanchas cañoneras defendían a los barcos de cabotaje que solían ser hostigados por buques británicos.

 

No dispuesto a ingresar en el negocio del contrabando, su ya pringue fortuna personal desapareció, al punto de solicitar otro puesto cuyo salario permitiese mantener su familia. En octubre de 1802, el virrey del Pino lo designó interinamente como gobernador político y militar de los treinta pueblos de las reducciones y misiones guaraníticas, con sede en La Candelaria, donde arribó en marzo del siguiente año con su familia.

 

Allí observó el terrible estado en que habían quedado las misiones tras la expulsión jesuítica, los problemas que encaraban los dominicos y las difíciles condiciones de los indios reducidos. Incluso su situación económica se complicó en demasía, al no cobrar sueldo alguno.

 

Escribió al Monarca solicitando un destino donde pudiese demostrar lo útil que podía ser al servicio del rey. Relevado, partió en octubre por el río hacia Buenos Aires a bordo de la sumaca “Nuestra Señora del Pilar”. En medio de la travesía, la peste asoló la nave, cobrándose la vida de su joven esposa, una de sus hijas y su joven esclava.

 

Llegado en mayo de 1805, el virrey Sobremonte le encomedó el armado de una flotilla costera que quedaría bajo su mando. También tuvo a su cargo la organización de las defensas costeras.

 

Pero justo cuando su carrera parecía quedar estancada, una serie de acontecimientos le permitirían a este caballero obtener el reconocimiento que merecía.

El 9 de abril de 1806 el comodoro británico Sir Home Riggs Popham (1762-1820) anuncia al Almirantazgo su partida del Cabo de Buena Esperanza hacia el poniente con el fin de hostigar a las colonias hispanas en el continente americano. El 14 finalmente parte del Cabo la flota británica con los buques “HMS Diadem”, “HMS Raisonable”, “HMS Diomede”, “HMS Narcissus” y “HMS Encounter”, escoltando a 6 buques transportes (Walker, Triton, Melanton, Ocean, Wellington y otro) en los que viajan 1000 soldados al mando del general William Carr Beresford (1768-1854). El 20, tras sortear un temporal, la flota de Popham recala en la Isla de Santa Elena (Saint Helena) donde consigue un refuerzo de 286 hombres.

El 2 de mayo la flota británica abandona Santa Elena y pone rumbo al Estuario del Plata. El 20 fragata “HMS Leda”, había partido unos días antes para explorar, aparece ante las costas de la Banda Oriental, siendo avistada desde la fortaleza de Santa Teresa. El buque "Leda", al mando del capitán Honeyman, era una fragata tipo “5th Rate” lanzada en 1800, sobre la base de una fragata francesa capturada en 1782, era la nave insignia de su clase, que llegó a contar con 47 buques hasta 1830. Tenía una tripulación de 284, 28 cañones de 18 libras, 10 de 9 libras y 8 carronadas.

El 27, ansioso por obtener detalles de primera mano, el comodoro Popham deja la flota al mando del capitán Rowley del “Raisonable” y en el “Narciussus” reconoce el Río de la Plata, anclando el 8 de junio cerca de la Isla de las Flores. El 13 llega a la Isla de las Flores el “Raisonable” con el resto del escuadrón. Se da una reunión de los principales oficiales británicos abordo del “Narcissus” y deciden atacar directamente Buenos Aires. El batallón de infantería de marina, 340 infantes reforzados con 100 marineros, bajo el mando del capitán William King del “Diadem” es embarcado en el “Encounter” y el “Narcissus”. El 16 el “Narcissus”, el “Encounter” y los transportes se mueven río arriba, mientras el “Diadem” bloquea el puerto de Montevideo, y el “Raisonable” y el “Diomede” recorren la costa de la Banda Oriental hasta Maldonado.

El 21 diversos destacamentos militares, como el Batallón de Voluntarios de la Infantería de Buenos Aires (coronel Miguel de Azcuénaga), son acantonados en la Plaza Mayor ante la inminencia de un ataque. El 22 la flotilla británica aparece en las costas de Buenos Aires en dirección a la Ensenada de Barragán. El virrey Sobremonte designa a Santiago de Liniers comandante de las fuerzas de defensa en Ensenada y lo envía hacia allí con una batería de 8 cañones.

En la mañana del 24 naves británicas se aproximan a las costas de Barragán, siendo repelidos por las baterías de costa al mando de Liniers. Sobremonte emite un bando convocando a las armas a todos los hombres aptos para incorporarse en el plazo de 3 días. A la noche el virrey acude al teatro de Comedias con su familia para transmitir confianza a la población y elevar la moral. En medio de la función, alertado sobre la inminencia del desembarco, el virrey se dirige al fuerte y dispone el alistamiento y concentración de fuerzas.

 

El 24 de junio de 1806, llegaba a Londres la carta de Popham, escrita en la Ciudad del Cabo conquistada, explicando su decisión de invadir Buenos Aires. La perplejidad del gabinete se hizo manifiesta ante los informes del Cabo. Nadie, en el gobierno sabía de la cuestión, ya que sus antecesores no participaron de sus decisiones al nuevo gabinete. Pitt y Melville resolvían sus expediciones "por sí y ante sí". Sin embargo, en las altas esferas, para nadie eran secretas las intenciones de Popham en usar la fuerza militar oficial para apoderarse de Buenos Aires y Montevideo, en propio provecho económico. Todos conocían la participación en empresas marítimas del comodoro, y sabían de la asociación entre el marino y el revolucionario venezolano Francisco de Miranda.

Miranda se consideraba liberal y no dudo en planear entregar a Inglaterra parte de la riqueza territorial de América, a cambio de contingentes, expediciones y tutelas políticas de la metrópoli inglesa. Masón y fundador de logias en América, tuvo como principal agente suyo en Buenos Aires al destacado porteño Saturnino Rodríguez Peña.

En la mañana del 25 de junio aparece frente a Buenos Aires la flotilla británica en línea de batalla. El fuerte da la alarma a cañonazos. A las 11 la flota británica pone rumbo hacia el sudeste. Al mediodía las tropas británicas, en número de 1630 hombres y 8 piezas de artillería, desembarcan en Quilmes. Las fuerzas británicas estaban conformadas por (a) el 1st Battalion 71st Regiment (Highlanders), al mando del teniente coronel Denis Pack, con 32 oficiales, 857 soldados (incluyendo 2 gaiteros), 60 mujeres y 40 ninos; (b) el Saint Helena’s Infantry Battalion, con 9 oficiales y 174 soldados; (c) 340 infantes de los Royal Marines; (d) 100 marineros de la Royal Navy; (e) de la Royal Artillery 4 canons de 6 libras, con un capitan, un teniente y 34 soldados; (f) de la Saint Helena’s Artillery: 2 morteros de 5 ½ pulgadas, un oficial y 102 soldados; y (g) 10 de intendencia e ingenieros; en total 1668 hombres.

Las fuerzas con que contaba Sobremonte en Buenos Aires y sus alrededores, eran exiguas y mal formadas. Estaban compuestas para el orden de defensa y el orden interior, de unidades veteranas y cuerpos de milicias, éstas últimamente creadas.

Hasta 1778, la guarnición de la entonces Provincia de Buenos Aires, se componía de fracciones y algunas unidades veteranas, de las tres armas del ejército español: la Marina; la Infantería de Marina; y del Cuerpo de Infantería Real. Estas unidades eran relevadas periódicamente y, en 1771 se creó, en el Plata, una fuerza fija e inamovible, que tendría disciplina, organización e instrucción análoga a la de las tropas peninsulares. Estaban organizadas como tropas particulares y permanentes de la Colonia.

En general la forma de reclutamiento se realizaba por medio del enganche, que era voluntario y duraba ocho años, con posibilidad de reenganche, implicando una prima de oro. El enganche se operaba comúnmente en Cádiz, donde funcionaba la Bandera General de América y, que contrataba las fuerzas destinadas a las posesiones. El contrato incluía la distribución y el planeamiento de las fuerzas, de acuerdo a las necesidades del Reino en ultramar. Por 1783, una Real Cédula, autorizaba al Virrey, en Buenos Aires, a crear una Bandera de reclutamiento en La Coruña (Galicia), para recibir voluntarios para el Regimiento de Infantería de Buenos Aires, el Fijo. Otra Bandera de la misma ciudad, facultaba a reclutar oficiales para el Cuerpo de Dragones del Virreinato. Los reclutamientos se intensificaron en España pues los naturales y criollos coloniales eran reacios al estado militar. En 1802, los Dragones de Bs. As., también tuvieron una Bandera en Málaga. Eran pasibles, en la metrópoli, del enganche, los vagos, los desertores y los polizones, con carácter de deportados. En 1804, Sobremonte creó un Reglamento que dio cuerpo y organización a las Milicias, en el refuerzo de las tropas veteranas nativas.

Mandaba el Regimiento de Dragones de Buenos Aires, el brigadier José Ignacio de la Quintana. El brigadier Francisco de Orduña, comandaba la Artillería. El coronel de los Reales Ejércitos, Pedro de Arce era el Subinspector General del Virreynato del Río de la Plata y Cabo subalterno del Virrey; había nacido en el Obispado de Coria, Provincia de Extremadura y desembarcó en Buenos Aires, siendo reconocido como sargento mayor del Regimiento de Infantería Fijo, en 1790. Fue promovido a teniente coronel graduado en febrero de 1795, y en diciembre de 1802, obtuvo los despachos de comandante del mencionado cuerpo de infantería.

El coronel Miguel de Azcuénaga habia nacido en Buenos Aires en 1754. En agosto de 1773 inició su carrera militar, dado de alta como subteniente de artillería y prestando servicios en la guarnición de la ciudad. Cesó su estado militar en 1777, después de la rendición de Colonia del Sacramento, año que fue nombrado Regidor del Cabildo. En 1781 se lo puso al frente de una batería de 4 cañones de 24 libras. El Virrey Melo, en noviembre de 1796, le otorgó el mando de las Milicias Disciplinadas de Bs. As., con el empleo de teniente coronel. Y en 1801, el mismo Rey, le concedió el grado de coronel. Un año después fue designado comandante del Batallón de Voluntarios de Infantería de Bs. As.

El coronel Manuel Gutiérrez, era el comandante segundo del Regimiento de Dragones; y el coronel J. Ignacio Merlo, jefe del tercer batallón del Rgto. de Inf.; N. de la Quintana, coronel, fue puesto al mando del Rgto. de Voluntarios de la Caballería de la Frontera; mientras el teniente coronel Juan Ignacio de Elío estaba a cargo del de Voluntarios de Caballería de Bs. As.

Los arsenales de la ciudad contaban, en 1806, con armas de distinto tipo y función. Había armas portátiles de fuego, de chispa y de avancarga: fusiles, carabinas, pistolas, pistolones y trabucos. Todas estas armas eran de hierro fundido y disparaban una bala esférica de plomo. En el trabuco se usaba metralla con recortes de metal. Las armas blancas eran la bayoneta, la espada, el sable y la lanza; como así también el cuchillo de criollo. La infantería utilizaba el fusil y la bayoneta; los dragones, la carabina, bayoneta, espada y pistolones; y los blandengues de la frontera, portaban carabinas, sable y cuchillo. El cuerpo de artillería de Bs.As. se distinguía por el uso de cañones, obuses y morteros; de bronce o de hierro; de avancarga y de ánima lisa. Disparaban una bala esférica maciza en cañones; y hueca, en obuses y morteros. Los calibres regularmente usados eran de 36, 24, 18, 16, 12, 8, 6 y 4 libras. Los obúses tenían 6 pulgadas, y los morteros llegaban a 12 pulgadas.

La Compañía de Granaderos del Batallón de Voluntarios de Infantería, al mando del capitán Juan Florencia Terrada de Fretes, con 100 hombres, es provista de caballos y situada en la quinta de Marull, cerca del Puente de Gálvez a orillas del Riachuelo. A las 20 el virrey ordena al coronel Pedro de Arce, jefe del destacamento en Puente de Gálvez, emplazar en dicho puente las defensas con el Regimiento de Caballería a las órdenes del coronel De Elía.

En las primeras horas del 26 el ayudante Bruno de la Quintana, con 31 hombres del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Buenos Aires, se reúnen con la Compañía de Granaderos del capitán Terrada. A las 8 el coronel De Elía ordena a Terrada se le incorpore para marchar sobre Quilmes y unirse a las fuerzas de Arce. La columna de las fuerzas de reserva, compuesta por 260 hombres, dos cañones y un obús, se dirigen por caminos en muy mal estado hacia Quilmes, cuidando la retaguardia los granaderos de Terrada. A las 11 los británicos inician la marcha. Unos 600 milicianos y 3 cañones al mando del coronel Pedro de Arce combaten en las barrancas de Quilmes, pero son derrotados. La columna de De Elía llega al combate tras el comienzo del mismo, ubicándose a la izquierda y recibiendo de inmediato el ataque de los infantes de Santa Elena al mando del teniente coronel Lane. Muchas de las armas de los voluntarios tienen fallas, lo mismo que la munición, por lo que el coronel Arce ordena la retirada. Los blandengues se retiran por la izquierda, atropellando a la columna de Arce y confundiéndolos. Todas las tropas se retiran en desorden, abandonando cinco piezas de artillería en el campo. Beresford da a sus tropas dos horas de descanso y retoma la marcha. Sobremonte ordena la destrucción del Puente de Gálvez sobre el Riachuelo y emplaza una pequeña fuerza en la orilla.

El 27 van llegando los sobrevivientes del combate de Quilmes y se unen a los defensores de Puente de Gálvez. Los británicos someten a los defensores del Puente a un duro fuego de artillería, obligándolos a retirarse, para luego cruzan en balsas y botes el Riachuelo manejados por marineros al mando de King. Sobremonte al frente de las fuerzas de caballería reforzadas con las milicias de Olivos, San Isidro y Las Conchas en número de unos 2000 hombres, rehuye el combate y se repliega por Barracas hacia la Plaza Mayor; pero Sobremonte al llegar al centro decide abandonar Buenos Aires para salvar el Tesoro y marcharse a Córdoba con la intención de formar un ejército en el interior para repeler la invasión. Al mediodía un oficial británico con bandera de parlamento se presenta en el Fuerte exigiendo la rendición de la ciudad de Buenos Aires y comprometiéndose a respetar la religión y las propiedades de los vecinos. Los dirigentes agolpados en el Fuerte, aceptan la intimación y exponen en un escrito unas condiciones mínimas para la capitulación. Entre las 15 y las 16 las tropas británicas desfilan en la Plaza Mayor y se presentan frente al Fuerte. Beresford recibe la rendición formal de los cabildeantes.

 

Ya el mismo 29 se tienen noticias de un grupo de catalanes que comienza a instigar contra los ingleses. Provisto de un salvoconducto Liniers llega a Buenos Aires desde la Ensenada. El 1 de julio Santiago de Liniers se entrevista con fray Gregorio Torres , prior de Santo Domingo, y Francisco Antonio Letamendi, mayordomo de la Cofradía del Santo Rosario. Liniers le cuenta del voto solemne que ha hecho en el transcurso de la Misa a la imagen de la Virgen del Rosario, ofreciéndole las banderas tomadas a los británicos si la reconquista tiene éxito. En la noche de ese primero de julio, Martín de Sarratea ofrece una comida en honor de los británicos en su casa. Liniers, esquivando astutamente los juramentos a los nuevos amos y las guardias británicas, escapó a Montevideo desde donde pretende organizar la Reconquista.

El 3 de julio un destacamento británico parte hacia Luján para interceptar al virrey y el Tesoro. El capitán Gillespie, comisario de prisioneros, comienza a tomar juramento a todos los oficiales españoles. El 7 las autoridades de Buenos Aires prestan juramento de fidelidad al rey de Gran Bretaña. El 10 el destacamento regresa con plata acuñada y en barra del tesoro de Buenos Aires. Los vecinos prominentes de Buenos Aires y la campaña comienzan a prestar juramento al rey británico. Mientras tanto, el 14 Sobremonte nombra capital del Virreinato del Río de la Plata a Córdoba. Y el 15 un grupo de hombres al mando de Felipe Sentenach, "los catalanes", pone en marcha el “plan de minas” con el objeto de dinamitar el Fuerte y el cuartel de la Ranchería. Liniers se niega a apoyar el plan que considera deshonroso. El 16 Liniers llega a Montevideo y se entrevista con Pascual Ruiz Huidobro, ofreciéndoles sus servicios para encabezar la expedición contra Buenos Aires. El 18 los “catalanes” se ponen en contacto con el gobernador de Montevideo, quien les informa que ya ha tomado medidas para la reconquista de Buenos Aires. El 21 llega a San Isidro desde Montevideo Juan Martín de Pueyrredón y otros hombres para reclutar voluntarios en la campaña de Buenos Aires. El 23 los “catalanes” alquilan la chacra de Perdriel para concentrar a sus voluntarios.

El 24 el “H.M.S. Narcissus” es enviado a Inglaterra con el botín capturado. Al llegar es recibido con festejos. Los diarios londinenses aplauden este nueva victoria de las "Armas Británicas".

El 29 los voluntarios de la Campaña reciben información de que el desembarco de Liniers es inminente y se les pide concentrarse. El 31 en la chacra de Perdriel, propiedad de Domingo Belgrano, se reúnen más de 1000 hombres procedentes de San Isidro, Morón, Pilar y Luján, bajo el mando de Juan Martín de Pueyrredón. El punto de reunión era la villa de Luján, adonde llegaron los soldados comandados por don Juan Martín de Pueyrredón, unos bravos al mando de don Martín Rodríguez y el regimiento de Blandengues bajo las órdenes del teniente coronel don Antonio de Olavarría. Por su graduación militar Olavarría tuvo el mando de toda la tropa. Los voluntarios decidieron ampararse bajo el patrocinio de la Santísima Virgen y llevar al campo de batalla el estandarte de la Purísima Concepción que les ofrendó el Cabildo de Luján. Cuentan las crónicas de la época que antes de iniciarse la marcha hacia Buenos Aires se celebró por la mañana una Misa solemne en honor a la Purísima, patrona de la villa, colocándose su estandarte y las armas del monarca reinante a los costados del altar mayor, asistiendo la totalidad de la tropa. A la noche mientras tanto en Buenos Aires, Beresford asiste con sus oficiales a una función en el Teatro de la Comedia. De regreso en el Fuerte, Beresford ordena al coronel Sir Denis Pack (1775-1823), jefe del Regimiento 71, marchar sobre la chacra de Perdriel donde se encuentra el campamento patriota. El 1 de agosto una columna británica, compuesta de 500 escoceses del "71" y 50 ingleses del batallón Santa Elena, parte al encuentro de Pueyrredón. A las 8 sorpresivamente los británicos atacan el campamento de Perdriel. Al grito de “Santiago” y “Cierra España” y “Mueran los herejes” nuestras tropas voluntarias enfrentaron al “infiel”, veterano de cien batallas. No obstante, pese al desborde de entusiasmo y al derroche de valentía, el combate fue desfavorable para nuestras fuerzas. Vencidos, muchos paisanos, incluyendo a Pueyrredón mal herido, logran escapar. Los británicos capturan a un alemán católico, que había desertado y se había unido a los españoles, y lo fusilan.

La principal unidad britanica era el 1er Batallón del Regimiento 71º de Highlanders, originalmente llamado Regimiento 73º de Highlanders, conocido como Lord MacLeod’s Highlanders. Reclutado y reunido en 1777 por primera vez, estuvo compuesto por 1100 efectivos (840 escoceses de las Tierras Altas, 226 escoceses de las Tierras Bajas, y completado con 34 ingleses e irlandeses). En 1786 se modificó la numeración, dándole a este regimiento el “71” (el anterior “71” había sido destruido durante la Guerra de Independencia de América del Norte). Como todos los regimientos escoceses combatió en el extranjero, especialmente en India, donde estuvo asignado a fines del siglo XVIII. Para 1800 el regimiento contaba con 800 efectivos, de los cuales sólo 600 eran escoceses de las Tierras Altas ("highlanders"). En 1804 se reclutó un segundo batallón en Dumbarton que reclutaba especialmente en Glasgow, por lo que posteriormente fue renombrado como Glasgow Highland Regiment, aunque en realidad funcionó durante su existencia (hasta 1808) como fuente de tropas para el primer batallón u otras unidades del Ejército. En 1806 el “1/71” fue enviado al Cabo de Buena Esperanza a combatir a los holandeses, posteriormente participó en la expedición a Buenos Aires. En 1808 pasó a la Península Ibérica donde se destacó. En 1809, terminada la campaña de la Península, el “1/71” quedó con 560 efectivos y fue renombrado como 71st Regiment (Highland Light Infantry) [Regimiento 71º de Infantería Ligera de las Tierras Altas]. Sólo los gaiteros portaban el famoso “kilt” (pollera escocesa), mientras que el resto de las tropas sólo se distinguían del resto del Ejército Británico por una cinta en tartán (escocesa) alrededor del gorro. Su última acción bélica fue en la batalla de Waterloo, donde tuvo una acción destacada, siendo el último regimiento en cesar el fuego tras la rendición de los franceses.

El 2, ante el fracaso del combate de Perdriel, los “catalanes” envían una comunicación a Liniers pidiéndole se detenga hasta que logren el objetivo de volar el Fuerte.

En la noche del 3, parte Liniers de Colonia, efectuando el cruce del Río de la Plata, sin ser visto por las cinco cañoneras enemigas afectadas a la vigilancia de la costa Norte. Los expedicionarios fueron amparados por una espesa niebla y por un oportuno temporal o “sudestada” que alejó a las embarcaciones británicas. El 4 de agosto, con unos 1300 hombres desembarcó éste en en el fondeadero del río Las Conchas en el Tigre. En Olivos desembarcan otras tropas procedentes de Colonia, como la Compañía de Granaderos Voluntarios. Se le unen 300 marineros de la flotilla del Río de la Plata al mando del brigadier Juan Gutiérrez de la Concha. La proclama de Liniers reza: “Si llegamos a vencer, como lo espero, a los enemigos de nuestra patria, acordaos, soldados, que los vínculos de la nación española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el enemigo vencido es nuestro hermano, y la religión y la generosidad de todo buen español le hace como tan natural estos principios que tendrán rubor de encarecerlos”. A la noche una violenta lluvia azota las posiciones de Liniers. Beresford organiza una expedición contra Liniers pero debido a la falta de caballería y las condiciones climáticas decide posponerla. Este fenómeno fue destacado en un sermón por Fray Grela, quien afirmó que se trató de una ayuda del cielo para nuestras tropas, que de esa manera pudieron avanzar con paso firme hacia Buenos Aires sin ser detenidos y encabezados por el “héroe Reconquistador”, con el apoyo de hombres, mujeres y niños, a modo de Cruzada. En la mañana del 5, bajo la lluvia y con inundaciones y lodo, los españoles y criollos comienzan la marcha. Se le une una tropa voluntaria de caballería al mando de Pueyrredón. El 8 Liniers detiene la marcha en San Isidro a la espera de una mejora en el clima. Estando la expedición reconquistadora en peligro, Liniers organiza zos del Rosario para pedir una mejora en el clima que permita continuar. Así también el ilustre capitán ordenó al Sr. Letamendi que se cantara una Misa solemnísima en el altar de la Virgen del Rosario y que no dudase de la victoria. El 9 amanece con mejores condiciones del tiempo y Liniers ordena retomar la marcha. Las primeras tropas “auxiliadoras” alcanzan la Chacarita de los Colegiales.

 

La reconquista de Buenos Aires hubiese sido imposible si no era por las fuerzas populares porteñas que se armaron por su cuenta y se unieron a las fuerzas de Liniers. Por su parte, el Cabildo de Buenos Aires preparó hombres y armamentos que hizo llegar al francés. Muchos pechos lucían el santo escapulario, lo que hizo exclamar a Beresford que deseaba avistarse con la gente del escapulario. El ejército custodio de la Fe y de la Patria portaba reciamente el estandarte de la cofradía del Santísimo Sacramento. El 10 Liniers llega a los Corrales de Miserere. Beresford piensa retirarse a través del Riachuelo hacia Barragán para reembarcarse pero no le dan los tiempos para una evacuación. En la tarde del 10 el capitán Hilarión de la Quintana, emisario de Liniers, presenta a los británicos una intimación de rendición que Beresford rechaza por razones de honor. Los británicos se concentran y atrincheran en torno a la Plaza Mayor. Liniers se desplaza en una marcha de flanco sobre el Retiro. En el camino de las fuerzas reconquistadoras se suman hombres ya en forma masiva y entusiasta. En la madrugada del 11 Liniers alcanza el Retiro con 1936 hombres, 6 cañones y 2 obuses. El líder de la Reconquista no parecía vulnerable a las balas enemigas, lo que llevó al Deán Funes a sostener lo siguiente: “¿Deseáis otros convencimientos del favor particular de esta Señora? Acercaos, pues, a su devoto General, y los muertos que caen a su lado como sus vestidos pasados de balazos os harán ver, o que el plomo respetaba su persona, o que sólo se acercaba para dejarnos señales de una vida que el cielo protegía”. La ciudad estalla en rebelión abierta. Desde las azoteas y balcones se dispara sobre los británicos. Los británicos intentan evacuar el Retiro y dirigirse hacia la Plaza Mayor, pero son derrotados. Popham baja a tierra y se entrevista con Beresford, y deciden emprender esa misma noche la retirada.

 

Juan Martín de Pueyrredón, con un grupo de soldados criollos entre los cuales se encontraba Martín Miguel de Güemes, se apoderó del barco británico H.M.S. Justine, que había quedado varado en la playa frente a Buenos Aires. Después de desalojar a los ingleses de sus posiciones en la Plaza del Retiro, el 12 de agosto Liniers marchó hacia el Fuerte donde se hallaba acantonado el general Beresford con casi todas sus fuerzas de infantería. Por las calles avanzan los reconquistadores. La Companía de Granaderos del Batallón de Voluntarios de Infantería de Buenos Aires, con 94 soldados, 1 teniente y 1 subteniente, al mando del capitán Juan Ignacion Gómez, compone la principal fuerza, avanzando por la calle Florida, la del Correo (Perú), luego San Francisco (Moreno), hasta llegar a la calle de la Merced (Defensa). A las 10 Liniers instala su cuartel general en el atrio de la iglesia de la Merced e inicia el ataque final. Soldados y pueblo atacan en aniquilación a los británicos refugiados en la Recova. Tras la muerte del capitán George W. Kennet, Beresford ordena la retirada hacia el Fuerte. Escoltado por Quintana, Beresford se reúne con Liniers, quien lo felicita por la resistencia y le comunica que sus tropas deberán abandonar el Fuerte y depositar sus armas al pie de la galería del Cabildo. A las 15 el Regimiento 71 desfila por última vez en la Plaza Mayor de Buenos Aires y los soldados escoceses dejan sus fusiles. Con 1600 prisioneros, 36 cañones, 4 morteros y 4 obuses, además de hacer entrega de la bandera del célebre 71 escocés. Popham ataca la batería de Ensenada y la inutiliza, luego parte hacia Montevideo para reunirse con el resto de la flota. Los británicos habían perdido 48 muertos (incluyendo oficiales), 107 heridos y 10 perdidos.

Las tropas leales consistian del Real Cuerpo de Artillería con 3 cañones de 4 libras y 2 obuses de 6 pulgadas, al mando del capitán Francisco Agustini, con 2 oficiales y 131 soldados; 323 soldados del Real Cuerpo de Marina; la Compañía de Granaderos del Regimiento de Infantería Fijo de Buenos Aires con 2 oficiales y 105 soldados; el Batallón de Voluntarios de la Infantería de Milicias de Buenos Aires con 300 soldados; el Batallón de Voluntarios de la Infantería de Milicias de Montevideo en 2 compañías con 10 oficiales y 138 soldados; la Compañía de Migueletes y Miñones Catalanes de Montevideo con 2 oficiales y 120 soldados; el Regimiento de Dragones Fijo de Buenos Aires en 3 compañías de dragones y 1 de granaderos con 16 oficiales y 216 soldados; los voluntarios de Caballería de Milicias de Buenos Aires al mando de Juan Martín de Pueyrredón y 114 soldados a caballo; los voluntarios de Caballería de Milicias de la Colonia con 6 oficiales y 102 soldados a caballo; haciendo un total de 1930 hombres.

 

Días después de la victoria nuevamente el Padre Grela elogió la piedad y humildad del caballero don Santiago de Liniers: “Humeando aún el fuego, sin enjugarse todavía la sangre derramada en fuerza de su poder, ¿no le hemos visto al pie de nuestros altares, olvidado de los vivas y demás públicas aclamaciones con que todo el pueblo celebra su triunfo, puesto en forma de cruz, dando gracias al Señor por medio de su augusta Madre, y confesando con la más tierna sumisión que Él ha sido el autor de su gloria?”. El 14 se celebra un Cabildo abierto, mientras unas cuatro mil personas reunidas en la Plaza Mayor vivaban a Liniers y pedían la destitución del virrey. La deposición del virrey Sobremonte se hizo “por considerarlo preciso para la defensa de la tierra y conservación en ella de la sagrada religión, que quieren extirpar y extinguir los ingleses, enemigos de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana”. Se decide comunicar el triunfo a la corona y la organización de milicias de defensa; Sobremonte es destituido como virrey; Liniers es designado jefe militar y a Lucas Muñoz Cubero, regente de la Audiencia, como jefe político. Por su heroica acción en la Reconquista, Santiago de Liniers recibió del Cabildo el nombramiento de teniente militar de Buenos Aires con el fin de organizar su defensa contra una segura segunda invasión.

 

El 17 el indio pampa Felipe, con el intérprete Manuel Martín de Calleja, se presenta al Cabildo en nombre suyo y de 16 caciques pampas y tehuelches ofreciendo auxilios para hacer frente a los “colorados”.

El 24 en cumplimiento de su promesa, en solemnísima función en el Convento de Santo Domingo, salve triple de artillería y concurso de la Real Audiencia y del Cabildo, donó las dos banderas del Regimiento 71 y dos de la Infantería de Marina británica, confesando deberse toda la felicidad de las armas al singular y visible patrocinio de Nuestra Señora del Rosario.

El 31 Beresford ordena a sus oficiales abstenerse de dar su palabra de no combatir contra España segun lo acordado con Liniers. Ante la negativa de los ingleses, el 6 de septiembre Ruiz Huidobro comunica a Beresford que el tratado celebrado con Liniers es nulo.

Desde San Nicolás de los Arroyos, Sobremonte dijo acatar al Cabildo. Pero se trasladó a San Fernando desde donde aparentemente intentaría ingresar en la ciudad capital. Sin embargo, un grupo de criollos liderados por Pueyrredón se apostó en las afueras con el fin de detener al virrey si este intentaba regresar a Buenos Aires. Fue así que Sobremonte decidió radicarse en Montevideo, desde donde comenzó una verdadera campaña de desprestigio del Cabildo porteño ante la Corona.

 

Por su parte, la Corona ascendió a Liniers a brigadier. Esperando una nueva invasión, Liniers organizó los preparativos para la Defensa. Ya el 6 de septiembre Liniers lanza una proclama en la que convoca a todos los hombres aptos para empuñar las armas a incorporarse en los batallones a organizarse, cuerpos que se identificarán con el lugar de nacimiento de sus miembros. El 10 comienza la constitución de los cuerpos auxiliares. El 15: Se funda la Legión de Patricios Voluntarios Urbanos, quedando al mando don Cornelio Saavedra. El 17 se funda el Tercio de Voluntarios Urbanos de Galicia, con 600 hombres reclutados de entre los miembros de la Congregación del Apóstol Santiago el Mayor, de Hijos y Oriundos del Reyno de Galicia y la Escuela de Náutica, dirigida por el ingeniero Pedro Antonio Cerviño, comandante del cuerpo, secundado por Juan Carlos O’Donnell Figueroa (vice-director de la Escuela de Náutica) y Benito González Rivadavia (fundador de la Congregación del Apóstol Santiago). Entre los miembros que luego se harían famosos, encontramos a los cadetes Bernardino Rivadavia y Lucio Norberto Mansilla. El 20 el Cabildo aprueba el reglamento del Tercio de Gallegos. Con más de 8000 voluntarios, se organizaron legiones de infantería y caballería, y se colocaron en lugares estratégicos las pocas piezas de artillería que se pudo conseguir.

El 5 de octubre llega el primer contingente de refuerzos para el comodoro Popham. El 9 comienza a embarcarse una poderosa fuerza británica con destino al Río de la Plata. Se incluye al 2 batallón del Regimiento 95 de Rifles al mando del mayor Gardner. El 11 parten de Falmouth 3800 hombres al mando del brigadier general Sir Samuel Auchmuty (1756-1822). El 12 llegan más refuerzos a Popham. El 24 se embarca la “expedición remota” al mando de Robert Craufurd. Se embarca el 1er. batallón del Regimiento 95 de Rifles al mando del mayor McLeod.

Mientras tanto, el 12 Sobremonte llega a Montevideo y es recibido por Ruiz Huidobro. El 27 Sobremonte redacta una carta al primer ministro Godoy acusando al Cabildo de Buenos Aires de revolucionario.

El 28 barcos británicos se aproximan a la costa de la Banda Oriental y cañonean las fortificaciones de Montevideo. El 29 la flota británica ancla frente a Maldonado en la Isla Gorriti y desembarcan 1000 soldados, marinos y marineros bajo el mando del brigadier Backhouse, derrotando fácilmente a la reducida defensa, y comenzando la "Segunda Invasión Inglesa". El 30 los británicos toman Maldonado y sus fortificaciones. El 1 de noviembre Sobremonte se reúne con sus principales oficiales para trazar un plan defensivo, pero tiene lugar una durísima discusión con Ruiz Huidobro. El 14 de diciembre llegan a la rada de Río de Janeiro 20 barcos británicos que conducen la fuerza expedicionaria del general Auchmuty; cargan agua y víveres y parten hacia Maldonado.

El 22 se presentan 10 caciques pampas y tehuelches ante el cabildo de Buenos Aires para ofrecer hombres, caballos y auxilios. Y el 29 se presentan nuevamente 3 caciques pampas en su nombre y el de otros 10, para ofrecerse al cabildo de Buenos Aires.

El 5 de enero llega Auchmuty a Maldonado, en la flota comandada por el contraalmirante Charles Stirling (1760-1833) en el “HMS Ardent”, se une al contingente del teniente coronel Thomas J. Backhouse. Stirling reemplaza a Popham, a quien envía hacia Gran Bretaña para enfrentar una Corte Marcial. Auchmuty y Stirling resuelven abandonar esa plaza y atacar Montevideo. La flota británica consta del “HMS Diadem” (con el contralmirante Stirling, al mando del capitán Samuel Warren), “HMS Raisonable” (al mando de Josias Rowley), “HMS Ardent” (Ross Donnelly), “HMS Lancaster” (William Fothergill), todas fragatas de 64 cañones. Además, la fragata “HMS Leda”, al mando del capitán Robert Honeyman, de 38 cañones, y las fragatas “HMS Unicorn” y “HMS Medusa” de 32 cañones, al mando de Lucius Hardyman y el Hon. Duncombe Pleydell Bouverie, respectivamente. El 13 se termina la evacuación de Maldonado, dejándose un pequeño destacamento en la Isla Gorriti. El 16 por la mañana se reúnen los buques británicos junto a la Isla de las Flores. Los británicos empiezan su desembarco en la playa de El Buceo, protegidos por los cañones del "Unicorn" al mando de Hardyman. El 19 los británicos, con 5000 efectivos, incluyendo 800 marinos y marineros al mando de Donnelly y John Palmer (capitán del "HMS Pheasant"), inician el avance y derrotan la resistencia al mando de Sobremonte. El gobernador Ruiz Huidobro envía una columna de 3000 hombres para interceptar a los británicos en campo abierto. El 20 en las afueras de Montevideo los británicos derrotan y ponen en fuga a los españoles. Luego, las fuerzas de Auchmuty ponen sitio a la fortaleza de Montevideo. El 25 comienza el cañoneo constante sobre Montevideo desde mar y tierra. El 2 de febrero finalmente se abre una brecha sobre uno de los muros de Montevideo, y en la tarde los británicos intiman la rendición de la plaza. El 3 a la madrugada los británicos capturan Montevideo. Caen prisioneros el gobernador Ruiz Huidobro y los oficiales José Rondeau, Nicolás de Vedia, Matías Zapiola y Marcos Balcarce, que son despachados a Gran Bretaña. Se rinden 2000 soldados orientales, incluyendo 500 auxiliares provenientes de Buenos Aires. Los británicos habían perdido 192 muertos, 421 heridos y 8 desaparecidos. Una corbeta de 28 cañones es quemada en puerto para no entregarla a los británicos. A la noche, detenido en el puerto de Colonia, Liniers recibe la comunicación de la rendición de Montevideo, y decide regresar a Buenos Aires. El 4 a las 23.30 Liniers irrumpe en la reunión del Cabildo de Buenos Aires, anunciando la caída de Montevideo y pidiendo el envío de una flotilla a Colonia para rescatar a sus tropas. El 5 Álzaga y Esteban Villanueva, alcalde de segundo voto, deciden la internación de los oficiales británicos prisioneros; pero Saturnino Rodríguez Peña y Aniceto Padilla liberan a Beresford y a Pack para que escapen. Desde Buenos Aires se acusó al virrey de cobardía. El 6 estalla en Buenos Aires una rebelión contra el virrey. Álzaga y los regidores convocan a una asamblea extraordinaria que decide la suspensión del virrey. En un Cabildo abierto reunido el 10 de febrero de 1807 se decide la suspensión de Sobremonte. Liniers convoca una Junta de Guerra en el Fuerte: Se decide la suspensión y arresto de Sobremonte, y la entrega del mando político a la Audiencia; Liniers es nombrado comandante de armas, brigadier de la Real Armada y al mando interino de la ciudad de Buenos Aires y su territorio.

El 24 de febrero el ministro de Guerra británico designa al general John Whitelocke (1757-1833) como comandante en jefe de todas las fuerzas británicas en la América del Sur, unos 12.000 hombres. El 26 los británicos desde Montevideo intiman la rendición de la ciudad de Buenos Aires. El 6 de marzo el rey designa a Whitelocke gobernador de todos los territorios a conquistar, con un sueldo adicional de 4000 libras anuales. A bordo del "HMS Gladiator" en la rada de Portsmouth comienza la Corte Marcial contra Popham. El 9 Whitelocke y su estado mayor parten de Inglaterra en la fragata “HMS Thisbe”. El 11 la Corte Marcial limita el castigo de Popham a una “seria reprimenda”. El 10 de mayo finalmente Whitelocke arriba a Montevideo y toma el mando de todas las fuerzas británicas. Junto con él, llega el contralmirante George Murray, que reemplaza a Stirling en el mando del escuadrón. Murray iza su bandera en la fragata de 64 cañones "HMS Polyphemus", al mando del capitán Peter Heywood. El 6 de junio el coronel Pack lidera con los regimientos 95 y 40 un ataque a San Pedro, donde estaba refugiada la flotilla de Elío. El mayor Gardner es seriamente herido. El 15 anclan en Montevideo los transportes del teniente coronel Robert Craufurd (1764-1812), cuyos 4800 soldados no son bajados a tierra sino inmediatamente conducidos hacia la costa de Buenos Aires.

Comenzado el invierno, los británicos en número de ocho mil inician una nueva invasión de Buenos Aires. El 17 de junio comienzan a zarpar los primeros contingentes de tropas británicas destacadas en la Banda Oriental con destino a Buenos Aires. Whitelocke deja un contingente de 2000 hombres al mando del coronel Gore-Browne, designado gobernador de Montevideo. El 21 la flota británica completa se halla frente a la costa de la Ensenada de Barragán. El 28 Whitelocke desembarca con 8042 hombres y 11 piezas de artillería en la Ensenada de Barragán, con muchas dificultades por la lluvia. El 29 la Brigada Ligera de Craufurd llega hasta las inmediaciones de Buenos Aires, pero Leveson Gower le obliga a regresar a la espera del resto de las tropas. A las 19.30 llega al Cabildo un mensaje de Juan Pedro Duval, estanciero de la Ensenada, informando el desembarco de los británicos. Arriba de España, a bordo del velero "Remedios" que ha logrado vencer el sitio británico, la Real Orden con fecha 24-II nombrando virrey interino a Ruiz Huidobro y brigadier de la Real Armada a Liniers; se disponía asimismo que en caso de vacancia del virrey, se designaría interinamente al oficial más antiguo.

El 30 se realiza una parada de todo el ejército frente al Cabildo. Al Tercio de Gallegos el Cabildo le obsequia una gaita tomada al 71 de Highlanders en 1806. Liniers divide sus hombres en cuatro divisiones para dirigirse a la orilla derecha del Riachuelo. En la División Derecha del coronel César Balviani forma la veterana Compañía de Granaderos Provinciales a las órdenes del capitán Terrada. El 1 de julio por la tarde Liniers, al frente de 7000 u 8000 hombres, parte de la Plaza Mayor para enfrentarse a los británicos en Puente de Gálvez (Barracas). La vanguardia británica dirigida por el general John Leveson-Gower franquea las posiciones rioplatenses.

El 2 por la tarde los británicos cruzan el Riachuelo por el Paso Chico o Vado de Burgos (hoy Puente Alsina). Liniers ordena a las divisiones al mando de Bernardo Velazco y Francisco Javier de Elío se dirijan a marcha forzada a los Corrales de Miserere. Liniers se pone al frente de las divisiones que marchan hacia Miserere y deja a los otros dos cuerpos, el de César Balbiani y de Juan Gutiérrez de la Concha, a cargo de la línea de defensa del Riachuelo. Whitelocke no puede seguir a Gower y decide detener el avance. A las 17 la brigada de Craufurd llega a los Corrales de Miserere, pero es resistido por la división de Velazco que se encuentra atrincherada. Los veteranos de Craufurd derrotan a Velazco y lo persiguen hasta los suburbios de Buenos Aires, para cuando Gower les ordena detener el avance y replegarse hacia Miserere. Liniers se retira con los sobrevivientes a Chacarita. Llegan a Buenos Aires soldados y jinetes en desbandada sembrando el miedo y la confusión. El coronel Elío aconseja a Balbiani que se retire y al Cabildo que prepare la rendición. Álzaga ordena a Balbiani que abandone el Riachuelo y se dirija hasta la Plaza Mayor y el Retiro. Siguiendo a la división de Balviani, los granaderos provinciales se retiran en forma ordenada hacia la Plaza Mayor. Álzaga encarga a Pedro Andrés García, Saavedra y Viamonte la construcción de las posiciones defensivas en Buenos Aires: barricadas, reductos y zanjas. Viamonte fortifica el Colegio y la Biblioteca, donde quedan parapetados los patricios, con cantones hacia la actual calle Bolívar que se unen a las trincheras de Santo Domingo confiadas a García; por el oeste, la línea de defensa llega a San Miguel y de ahí haciendo zigzag hasta La Merced; el cuartel general se ubicaba en la Plaza Mayor rodeado de artillería. A la noche Liniers se entera que la ciudad está aún a salvo y emprende el regreso.El 3 de julio, procedente del campamento de Chacarita, Liniers se presenta en Buenos Aires con más de 1000 soldados y haciendo desaparecer el pesimismo de la ciudad. Liniers aprueba las disposiciones defensivas de Álzaga y distribuye sus tropas en las azoteas. Desde los Corrales de Miserere, los británicos intiman la rendición del Fuerte de Buenos Aires. El 4 una fuerza exploradora británica llega hasta la línea entre San Miguel y La Merced y es rechazada. El Retiro y la Plaza de Toros quedan bajo el cuidado del capitán Gutiérrez de la Concha con unos 1000 hombres. La Compañía de Granaderos Provinciales se une a la 4ª Compañía (teniente Manuel José García) y a la 2ª Compañía (teniente José Gabriel Oyuela) del Batallón de Cántabros (Montañeses) del coronel Pedro Andrés García en el convento de Santo Domingo. El Tercio de Gallegos y el 3º Batallón de la Legión de Patricios toman posiciones en la Plaza Mayor. Una compañía de Patricios, una de marineros (de la Real Marina Española), una de Pardos y Morenos (como asistentes de artillería) y la compañía de granaderos del Tercio de Gallegos, mandada por el capitán Jacobo Adrián Varela, en total alrededor de 600 hombres, son enviados a la Plaza de Toros (actual Plaza San Martín) para defender el arsenal. .

A las 6.30 del 5 de julio, tras una cerrada descarga de artillería sobre la defensa, los británicos, con 6000 efectivos distribuidos en 13 columnas, avanzan desde los Corrales de Miserere hacia el Río de la Plata, siendo duramente hostigados desde las terrazas. Whitelocke fija su cuartel general en los Corrales de Miserere en la quinta de William White, un contrabandista local. Una columna, dirigida personalmente por Achmuty, se dirigía hasta El Retiro. Otra columna llegaba hacia Las Catalinas. Otra columna al mando de Lumley iba por las actuales Viamonte y Tucumán hasta la costa; de ésta se iba a desprender una sub-columna hacia La Merced. La columna de reserva marchaba por el centro por la actual Rivadavia. Otra columna, mandada por Pack, iba a atacar el edificio de Las Temporalidades. La columna de Craufurd tomaba Santo Domingo, y una sub-columna al mando del coronel Guard iba a llegar hasta la Residencia del Virrey. Los británicos toman algunos objetivos: la Plaza de Toros, la Residencia, las iglesias de las Catalinas y de Santo Domingo; pero no llegan al centro de la ciudad. Al topar con la Plaza de Toros, la columna de Achmuty es desorganizada por la artillería defensiva, refugiándose en el Sanjón de Matorras. Los defensores de la Plaza salen en persecución de los ingleses al grito de “¡Santiago!” pero son derrotados por el teniente coronel Nuguent. Así cae la Plaza de Toro con sus 1000 defensores. Achmuty envía refuerzos hacia Las Catalinas y Lumley ocupa la actual esquina de Corrientes y Reconquista. La columna de Pack avanza por la actual Moreno y dobla a la izquierda por la actual Perú, conectando con la columna del teniente coronel Sir Henry Cadogan. Desde Las Temporalidades los defensores acaban con las columnas de Pack y Cadogan que intentan marchar sobre la Plaza Mayor. Cadogan cae prisionero y Pack se retira hacia el sur donde está Craufurd. El mayor foco de resistencia viene del Colegio de San Carlos donde se encuentran trincherados los Patricios de Saavedra. Los patricios que se encuentran en San Miguel despedazan la columna que intenta ingresar; los británicos se retiran hacia el río para dar con Lumley y otros por la actual Suipacha hacia La Merced. La sub-columna que de San Miguel se retira hacia el río se ve obligada a rendirse; asimismo la otra sub-columna al llegar al atrio de La Merced también se ve obligada a rendirse. Al mismo tiempo, Lumley toma la esquina de las actuales Veinticinco de Mayo y Corrientes. Pack se une a Craufurd y Guard en el convento de Santo Domingo, Pack arranca las banderas del “71” y las iza de la torre de la iglesia; pero lejos de haber tomado Santo Domingo, el fuego proveniente del Fuerte y de las azoteas vecinas obliga a Craufurd a rendirse. Los británicos en Santo Domingo reciben fuego de un obús de 18 pulgadas al mando del capitán Miguel Fernández Agüero, protegido por los granaderos provinciales. Las fuerzas en Santo Domingo ven rechazados sus intentos de avanzar hacia San Ignacio y San Francisco. En Santo Domingo se concentran fuerzas de la brigada del general Robert Craufurd, compuesta de varias compañías del 1º y 2º batallón del 95th Regiment of Foot (Rifle), al mando del teniente coronel Dennis Pack, y 9 compañías de la División de Infantería Ligera, al mando del mayor Trotter. El obús de Agüero fue adelantado desde la Plaza Chica hasta la altura de la actual calle Venezuela, protegido por una compañía de cántabros, y colocándose a espaldas del convento la Compañía de Granaderos Provinciales, apoyados por la 2ª compañía de cántabros de Oyuela. A las 13 Craufurd envía dos columnas desde el convento, al mando de Trotter y Guard, para intentar tomar el obús. El coronel Guard con sus granaderos del 1º Batallón del 45th Regiment of Foot por la actual Defensa ataca al obús de frente, mientras que el mayor Trotter con sus rifleros intenta una maniobra envolvente por las actuales Balcarce y Belgrano. Ambas columnas son destrozadas desde las azoteas y las barricadas; Trotter muere y su columna es aniquilada, mientras que Guard perdió 56 hombres “en dos o tres minutos”. A las 16 Craufurd capitula y entrega el convento de Santo Domingo al capitán Bernardo Pampillo, comandante de la 7ª Compañía del Tercio de Gallegos. Al llegar las reservas al mando del coronel Hon. Thomas Mahon (6th Dragoon Guards y 40th & 45th Regiments of the Line), los británicos estaban en desbandada. Lumley se retira al Retiro, dejando el centro de Buenos Aires a los defensores. Al final del día, se cuentan entre 2500 y 2800 muertos británicos. Whitelocke se une a Lumley en el Retiro y convoca una Junta de Guerra para evaluar los próximos pasos.

Cuando los ingleses intentan el ataque final sobre Buenos Aires, toda la población se unió a la lucha, que se libró en las calles. El 6 de julio, Liniers y Álzaga intiman a los británicos a la rendición y evacuación de Montevideo. Whitelocke pide el cese del fuego por 24 horas para recoger heridos lo que es negado por Liniers que ataca a los británicos con artillería. Whitelocke y Murray ofrecen su capitulación, ante la pérdida de casi la mitad de sus efectivos entre muertos y heridos.

El 7 de julio se firma la rendición de las fuerzas británicas. El tratado pone fin inmediato a las hostilidades en todo el Río de la Plata; los británicos tenían 10 días para embarcarse y 60 días para devolver Montevideo; los prisioneros tomados en la primera y segunda invasión debían ser devueltos; los oficiales británicos fueron obligados a jurar que no emplearían sus armas contra la América del Sur hasta su llegada a Europa. El 11 Liniers ofrece un banquete para los oficiales británicos derrotados. El 12 parte de Montevideo la división de Lumley. El 5 de noviembre llega a Falmouth la flota británica derrotada. Finalmente en enero de 1808 se somete a Whitelocke a Consejo de Guerra; en marzo de 1809, en Londres la Corte Marcial degrada y expulsa a Whitelocke como inepto e indigno de servir a Su Majestad Británica como militar.

Su nueva actuación heroica, le valió a Liniers el ser designado interinamente virrey del Río de la Plata por el Cabildo. Nombramiento que, meses después, confirmó la Corona.

En cuanto a Sobremonte, Rafael de Sobremonte Núñez Castillo Angulo y Bullón Ramírez de Arellano, 3er. marqués de Sobre Monte, (1745-1827), originario de Sevilla, donde falleció, inició su carrera militar en el Regimiento de las Reales Guardias Españolas. En 1779, con el grado de teniente coronel, fue designado secretario del virreinato del Río de la Plata. Fue gobernador de Córdoba, donde se destacó como sobresaliente administrador. En abril de 1804 sucedió al mariscal del Pino al frente del virreinato. Después de los sucesos de las "invasiones inglesas", Sobremonte permaneció en el Río de la Plata hasta 1809, fecha en que regresó a España, donde fue sometido a un Consejo de Guerra en Cádiz que lo absolvió. Si bien se lo acusó de cobardía, algunos historiadores contemporáneos han reivindicado la actitud del virrey durante los acontecimientos de 1806 y 1807.

 

Pero, su carácter incorruptible, le trajo el odio de un importante sector de la sociedad porteña. A pesar de haberse negado a reconocer a José Bonaparte como rey español, su condición de francés le llevó a sufrir las intrigas y acusaciones de traición de ese sector que se había perjudicado. Los regidores del Cabildo conspiraban contra Liniers acusándolo de que, por ser francés, se inclinaba por Napoleón. Por su parte, el virrey gozaba del apoyo pleno de los cuerpos militares criollos.

 

El 1º de enero de 1809 se convoca a Cabildo abierto, al que concurren Ruiz Huidobro (designado virrey por la Junta de Galicia en abierta violación de los fueros indianos), Jacobo Adrián Varela (miembro del Consulado), Mariano Moreno, el obispo Lué y Riga. La asamblea conspirativa resuelve la constitución de una junta de gobierno que estaría integrada por Ruiz Huidobro, Martín de Álzaga, Juan Larrea, Antonio Santa Coloma, Esteban Villanueva, Olaguer Reynolds, Leyva y Moreno.

 

Una delegación compuesta de Lué, Molina y Álzaga concurre al Fuerte a informar al virrey, quien solicita la presencia en la plaza del resto de los cabildeantes. Ante ellos Liniers se aviene a la constitución de la Junta y propone delegar su mando en el oficial de mayor graduación. Pero, cuando todo parecía concluido, las tropas mandadas por Saavedra, Esteve y Llach, Terrada, García, Pizarro y Agustini se niegan a reconocer el nuevo gobierno y determinan que el virrey permanezca en el mando. Los conspiradores son detenidos y los regidores son remitidos a Carmen de Patagones.

 

Sin embargo, el llamado Partido Republicano Español, liderado por Álzaga, emprende una importante campaña de descrédito del héroe de la Reconquista. Cansado, Liniers solicitó a la Junta Central de Sevilla la designación de un sucesor y renunciar a la Real Audiencia. Los militares criollos conciben entonces un plan autonomista que debería tener a Liniers a la cabeza. Pero éste se rehúsa.

 

La Junta de Sevilla nombró en su reemplazo a Baltasar Hidalgo de Cisneros, y Liniers obtuvo el 13 de febrero de 1809 un título de nobleza castellana que él eligió como conde de Buenos Aires en honor de su querida patria adoptiva.

 

Los sucesos revolucionarios de mayo de 1810 lo sorprendieron en Córdoba, en viaje ya de Tucumán a la Península Ibérica. Allí Liniers decidió marchar al Perú con unos pocos leales para desde allí organizar la contrarrevolución.

 

La Junta Provisoria de Buenos Aires envió a Córdoba una expedición al mando del coronel Antonio González Balcarce con el fin de perseguirlo y capturarlo. En los bosques que rodeaban el camino entre Córdoba y Santiago del Estero, Liniers fue atrapado.

 

La Junta revolucionaria dispuso que los prisioneros fueran pasados por las armas y destacó al Dr. Castelli y a los comandantes French y Juan Ramón González Balcarce para dar cumplimiento de la orden. En un paraje boscoso conocido como Monte de los Papagayos, a dos leguas de la posta Cabeza de Tigre, fueron arcabuceados Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Allende, el oficial real Joaquín Moreno y el Dr. Victorino Rodríguez.

 

El relato, según las fuentes más verosímiles, es estremecedor y pinta por entero el carácter de nuestro homenajeado. Apresados Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha (gobernador de Córdoba del Tucumán), Victorino Rodríguez (abogado), Alejo de Allende (coronel), Joaquín Moreno (oficial real), monseñor Antonio Rodríguez de Orellana (obispo de Córdoba) y fray Pedro Alcántara Giménez (secretario del obispo), fueron conducidos hacia Buenos Aires, caminando sin novedad hasta que, el 25 de agosto de 1810, llegaron a la Posta de Gutiérrez (a 67 leguas de Córdoba), donde los esperaba Domingo French, con tropas venidas de la capital.

 

Temiendo por el prestigio y la calidad de los presos, los sacó de la guardia del capitán Manuel Garayo e hizo sustraer sus navajas a los mismos. A las 8:30 hs. del 26 partieron bajo custodia de French. Alcanzando a las 10 hs. el paraje El Puesto, donde los esperaba el teniente coronel Juan Ramón Balcarce y el vocal de la Junta Juan José Castelli. Éstos separaron a los presos de sus equipajes y criados, y dirigieron los coches hacia un monte llamado de los Papagayos o Chañarcito de los Loros, a dos leguas de la posta Cabeza de Tigre.

 

Conociendo su destino, Liniers pidió explicaciones a su ex subordinado, Balcarce, quien se limitó a contestar: "...otro es el que manda".

 

Al llegar al monte, un cuerpo de húsares formado los esperaba. No atreviéndose a usar criollos, la Junta había reclutado extranjeros para llevar a cabo este crimen político, la mayoría de ellos ingleses que no habían regresado a su patria tras los hechos de 1807. Los bajaron de los coches, amarraron por detrás y les leyeron la sentencia. Tras los ruegos del obispo, se les concedieron tres horas para prepararse a bien morir (Castelli agregó luego una hora más).

 

Cuando el obispo requirió un juicio justo, French lo calló, diciendo: "Calle, Vd., Padre, que aún no sabe la suerte que le espera". No se les permitió escribir testamento.

 

Ante lo indeclinable de los hechos, tomó la palabra Liniers: "Vamos, Sres., a prepararnos. Siquiera, gracias a Dios, tengo la suerte de que esté Vd. (refiriéndose al obispo) a mi lado en este último instante". Luego pidió a éste que le ayudará a tomar el Santo Rosario en sus manos, para rezarlos mientras se preparaba para su última confesión. Liniers y el coronel Allende se confesaron con el obispo, mientras que los tres restantes lo hicieron con el P. Giménez.

 

Terminado el tiempo concedido, Castelli retiró a los eclesiásticos y preparó a los presos para su ejecución. Liniers se negó a ser vendado e imploró a la Santísima Virgen del Rosario, para luego fijando su vista en el pelotón de fusilamiento decirles: "Ya estoy, muchachos". Balcarce hizo la señal y se escuchó la descarga.

 

Perturbados por la dignidad del condenado, los soldados sólo acertaron 6 tiros, con los que Liniers cayó en tierra aún con vida. Se ordenó un nuevo tiroteo, pero sólo dieron en el blanco dos tiros; por lo que el mismo French debió descargar un pistoletazo en la frente del ex virrey.

 

Los restos mortales fueron conducidos a Cruz Alta, distante a 5 leguas hacia Buenos Aires, siendo sepultados en una zanja en el campo junto a la iglesia. El teniente cura de la misma, los hizo desenterrar al día siguiente y los colocó en una más amplia sepultura en el mismo sitio, agregando una cruz en su cabecera y el anagrama LRCMA, para que sus familias pudiesen algún día recoger los cadáveres.

 

A los pocos días, apareció en un árbol de Cruz Alta una inscripción con letras grandes que decía CLAMOR, formadas con las iniciales de los apellidos de los reos: Concha, Liniers, Allende, Moreno, Orellana (que no fue ejecutado) y Rodríguez.

 

Años después, los restos de Liniers fueron trasladados a Cádiz, donde, en el mausoleo del Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, descansan.

A don Santiago lo sobrevive su familia. Su hijo mayor, Luis de Liniers y Membielle, con 27 años, se enrola en la Real Armada y cambia el título de su padre en "conde de la Lealtad". En 1815 casa con Rita Martínez de Junquera y Vélez de Guevara, pero fallece en 1816 con un sólo hijo supérstite. Es éste, Santiago (II) de Liniers y Martínez Junquera, 3er. conde de la Lealtad, quien muere al muy poco tiempo.

La segunda hija del virrey Liniers, Antonia María del Carmen Josefa Rafaela Buenaventura Margarita Higina de Liniers, casada con Juan Bautista de Perichon de Vandeuil, permanece en Buenos Aires. Tienen una hija, María del Rosario de Perichon de Vanduil y de Liniers que, casada con Juan Manuel de Estrada y Barquín, da origen a una familia con muchos descendientes en la Argentina. Entre otros, Ángel Estrada (padre e hijo), José Manuel Estrada (padre e hijo).

El quinto hijo del Virrey, José Atanasio de Liniers y Sarratea, con 22 años, se unió al Cuerpo Diplomático español y, posteriormente, se radicó en Francia (Plessis Cherchamont), donde vivió con su esposa, Olimpe de Jarno, heredó el título castellano de su padre y hermanos y fue el 4to. conde de la Lealtad. Dio origen a una rama francesa de la familia.

El sexto hijo, Santiago Tomás María del Rosario, con 20 años, se unió a los Reales Ejércitos, peleando con valor y alcanzando el rango de capitán hacia 1827.

El octavo hijo, Mariano Tomás de Liniers y Sarratea, huyó del Río de la Plata con sólo 8 años y diez años después se unió a los Reales Ejércitos donde se distinguió en los cuerpos de élite españoles: el Regimiento de Cazadores a Caballo de la Guardia Real y el Regimiento de Granaderos de la Guardia Real. Con el rango de coronel y varias condecoraciones en su haber, se retiró en 1843. Poco antes, había casado con Caritina Luisa Gallo de Alcántara y Thomé del Castillo. Dando origen a una notable rama española de la familia que en 1900, en la persona de Santiago Enrique de Liniers y Gallo de Alcántara recibió el título español de conde de Liniers. La rama española se continúa en los Muguiro Liniers, los Chávarri Muguiro, los Crespí Liniers, los de la Hoz Liniers y otras.


Santiago de Liniers

por Ignacio B. Anzoátegui*

Era francés, pero él no tenía la culpa. De todos modos, no era un "francés libre": tenía muy buenas ideas en la cabeza.

Un día los ingleses quisieron apoderarse de Buenos Aires y mandaron, haciéndose los zonzos, una expedición de piratas todos uniformados que desembarcaron tranquilamente cerca de la ciudad. Enseguida que lo supo, el Virrey Sobremonte se fue a Córdoba a buscar sus tropas. Pero los porteños no quisieron esperar a los soldados, porque a lo mejor llegaban tarde, y entonces pidieron a Liniers que fuera su jefe y ellos se armaron como pudieron, unos con espadas y otros con palos y otros con piedras y otros con tenazas de cocina y todos estaban muy contentos porque sabían que a la largo o a la corta terminarían por echar a los invasores, porque ellos tenían razón y los invasores eran unos cochinos herejes.

Liniers se puso entonces su traje con charreteras doradas y les dijo: "Si ustedes quieren vencer, deben estar dispuestos a morir. Este asunto no es muy fácil. Los ingleses tienen buenas armas y nosotros tenemos buenos corazones. Vamos a ver cómo se portan los corazones frente a las armas". Y, desenvainando la espada gritó: "¡Ahora, a matar ingleses!". Y los porteños se pusieron a pelear con los ingleses y no pudieron matarlos a todos porque los ingleses corrían como locos. En esa pelea se portó muy bien un muchacho que apenas tendría doce o trece años y que se llamaba Juan Manuel de Rosas. Su padre se lo había enviado a Liniers para que lo ayudara en ese asunto de los piratas. Cuando terminó todo, Liniers se lo devolvió al padre con una carta donde elogiaba mucho su comportamiento.

Una vez que los ingleses comprendieron que con los porteños no se podía jugar, se hicieron los zonzos y pidieron la paz como si no hubiera pasado nada. Desgraciadamente los porteños se dejaron engatusar y, en lugar de matar a los que quedaban, se contentaron con quitarles las armas y las banderas y los trataron como a las personas decentes. Entonces ellos empezaron a llenarles la cabeza de ideas raras y a hablarles de la libertad y de los derechos del hombre y de toda clase de pavadas. Encontraron, naturalmente, a algunos abogaditos que les hicieron caso y que se pusieron a su servicio, porque los ingleses siempre han tenido mucha suerte en eso de encontrar abogados que, con todo desinterés, se dedican a defender sus intereses.

Un día quiso Dios que el Virreinato se independizara de España y permitió de paso --Dios sabe porqué, nosotros no lo sabemos-- que esos abogaditos subieran al gobierno. Como Liniers era fiel al Rey de España, no quiso saber nada con la independencia de América y entonces los abogaditos se acordaron de que les había hecho pasar un mal rato a los ingleses y lo hicieron matar.

Esto no quiere decir que valga la pena tener siquiera un poco de miedo. Para hacer callar a los abogaditos lo mejor es asustarlos con los alemanes y para hacer disparar a los ingleses lo mejor es portarse como hombres, como se portaron los que hicieron disparar del Río de la Plata cuando quisieron hacerse los conquistadores.

*Nueva Política, Nº 23, julio de 1942, p. 28, en Ignacio B. Anzoátegui, Pequeña Historia Argentina para uso de los niños (Asunción: Ediciones Regnum, 2000).


 


 

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